
La mejor de las revoluciones del siglo XX ha sido la de los cigarros, al menos desde el punto de vista de quienes amamos el tabaco. Nadie podría imaginar, ni siquiera los más optimistas, que cuando comenzaba el declive de la industria del tabaco a finales de los años noventa del siglo pasado, con la incipiente demonización del cigarrillo, paradójicamente el boom del cigarro no había hecho más que comenzar. Casi treinta años después, quizás aún nos falte perspectiva histórica (o no) para darnos cuenta de que estamos en plena Edad de Oro de los cigarros, puede que no tanto en el plano económico -ha habido épocas de mayores ventas, a veces escandalosas-, pero sí, y, sobre todo, desde el punto de vista de oferta y calidad. Hoy podemos decir que los cigarros han alcanzado la excelencia en su producción.