La pandemia más devastadora de la Historia de la humanidad duró dos años. Entre 1918 y 1920, la llamada Gripe Española por ser nuestro país el primero en hacerse eco del problema, y no por originarse aquí el primer brote, arrancó la vida a más de 40 millones de personas en todo el mundo. En el calendario cósmico, que comienza a contar desde el Big Bang, este periodo de tiempo bien podría encarnar la mítica frase del ganador del Nobel de Literatura, Boris Pasternak: «Aquello duró sólo un instante, pero hubiera podido eclipsar la eternidad». Pero no lo hizo. El virus conforme vino se fue, nuestra especie sobrevivió y la sociedad darwiniana modificó los esquemas de relación y valores que manejaba hasta la fecha.
Es un hecho que carecemos de perspectiva histórica para darnos cuenta de los cambios que el presente está imprimiendo sobre la sociedad futura, de la misma forma que cuando crecemos no somos conscientes del estiramiento de nuestro cuerpo hasta que un día, de repente, tenemos que cambiar de talla (esto también ha ocurrido durante el confinamiento con el peso, todo sea dicho). Interpretar el pasado es fácil; conocer el futuro, una entelequia. Sin embargo, sí somos capaces de observar las reacciones ante el nuevo escenario mundial que ha dibujado la COVID-19, lo que puede darnos algunas pistas sobre lo que viene para quedarse, al menos durante un tiempo indefinido. A pesar del tremendo desafío que supone la nueva normalidad (que no es otra cosa que seguir combatiendo el virus con el menor número de bajas posible), algunos sectores laborales, entre ellos el tabaquero, pugnan por salir aún más fuertes.