No hay buen aficionado que no sepa reconocer a Ernesto Pérez-Carrillo como una de las leyendas tabaqueras mundiales. Su historia familiar y profesional bien merecería que los estudios cinematográficos de Estados Unidos decidieran contar lo que ha supuesto su vida en el mundo del tabaco, pero, claro, eso sería factible en una sociedad donde no se estigmatizara un producto natural que lleva con nosotros desde hace más de 3.000 años dándonos un placer sensorial y una comunión social inimitable.
Hasta que podamos vivir en un futuro más razonable donde las libertades individuales sean tomadas en cuenta de mejor modo, deberemos olvidarnos de películas, pero seguiremos asombrándonos por lo que este sector crea para el disfrute de afortunados aficionados. Y continuaremos contándolo.
Si bien Ernesto Pérez-Carrillo no necesita presentación, quisiéramos en estas líneas iniciales remarcar que su saber tabaquero proviene del aprendizaje que desde los cuatro años obtuvo de su padre, con el que pasaba incontables horas en los campos de tabaco de Vuelta Abajo, la principal región de cultivo de Cuba. Allí es donde comenzó a apreciar el arte del tabaco en todas sus dimensiones, y allí también es donde creció la semilla de valores que siguen presenten en toda la familia Pérez-Carrillo: dedicación al trabajo, humildad, paciencia y respeto.